Puede parecer una descripción un poco idealista, pero creedme, que hay una diferencia importante entre "sacar fotos" que es solo darle a un botón de tu cámara, y "hacer una foto" en la que fotógrafo y cámara deben trabajar juntos. Y, os aseguro, que ese diálogo con la cámara y con el entorno me ha conquistado.
En los próximos posts (aún no sé cuántos serán) os voy a ir describiendo cómo ha ido evoluvionando mi relación con este apasionante mundo.
La verdad es que llevo haciendo fotos desde muy pequeño; aún recuerdo alguna cámara que me regalaron por mi primera comunión (como a todos los chavales), o las primeras fotos con la réflex (analógica, claro) de mi padre (gran aficionado a la fotografía), hasta llegar a mi cámara reflex analógica de mi época universitaria y que aún conservo.
Con la llegada de la fotografía digital, y al ser aficionado a la informática, me fui interesando bastante y prácticamente desde los inicios hice un gran esfuerzo económico para comprar mi primera cámara digital (Fujifilm de 1.3 Mpx nada menos). Hacer fotos viendo el resultado de forma inmediata en la pequeña pantalla de la cámara me parecía algo casi mágico.
Mi gusto por viajar hizo que mis necesidades aumentaran y que adquiriera una cámara compacta Canon IXUS 50 de gran calidad que lamentablemente extravié en un viaje a Budapest perdiendo todas las fotos :(
Rápidamente la reemplacé por un modelo superior IXUS 55 que aún conservo y que me ha acompañado en numerosos viajes y eventos. También he tenido la oportunidad de probar alguna bridge, pero cada vez iba necesitando más.
Así, a principios del verano pasado, me decidí a adquirir una cámara reflex, en concreto una Canon EOS 500D, una buena cámara para iniciarse en el mundo de las reflex y que me iba a hacer disfrutar mucho, eso sí, iba a ser exigente conmigo desde el principio (...continuará)
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