Tras abrirlo y comprobar que todo estaba correcto (venía bien embalado), apenas tarde cinco minutos en desmontar la antigua placa y en montar la nueva. Con las prisas no hice fotos pero son solo cuatro tornillos en la caja y otros cuatro para fijar la placa; todo muy sencillo.

Una vez arrancado el sistema comprobé que debian había detectado correctamente todo el hardware y que funcionaba con normalidad, con lo que me ahorraba reinstalar el sistema. Apenas hice un par de ajustes en la configuración de inicio y en la carga de un par de módulos del kernel para optimizar el rendimiento del nuevo procesador.
Pude percibir ... o mejor dicho no pude percibir ningún ruido (todo un lujo) y comprobé con satisfacción que lm-sensors sí que reconocía esta placa, por lo que puedo tener monitorizado el consumo (menos que con la anterior configuración de hardware) y la temperatura que normalmente se mantiene en torno a los 55ºC (que es, por ejemplo, la temperatura media de "susote"); en este punto noto que el servidor, a pesar de la disipación pasiva (no tan efectiva como con ventiladores) se calienta bastante menos que antes.

Apenas llevo una semana con el "nuevo" servidor y he de decir que junto a las mejoras en el consumo y en temperatura y el descenso de ruido a cero, no he notado ninguna carencia en cuanto a rendimiento. Con todos los servicios que tengo corriendo en el servidor (rtorrent, squid, ssh, nfs, samba, ntp, dns, screen, ttytter, lm-sensors, nessus, etc) el procesador apenas pasa del 5% en condiciones normales y el consumo de RAM queda en torno a 50 de los 512 MB que tiene instalados (la swap se mantiene a 0).
La conclusión clara que saco es que he acertado al actualizar la placa base y no deshacerme del servidor por uno más nuevo. Además todo esto me ha permitido seguir aprendiendo cosas. Espero que el relato os haya resultado interesante.
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